Bienvenida de nuevo.
Esa mujer de blanco, de trapos vaporosos que danza con elegancia hacia mí y acaricia mi barbilla con sus finos dedos.
Esa mujer de blanco, de trapos vaporosos que danza con elegancia hacia mí y acaricia mi barbilla con sus finos dedos.
Se contonea, con esa sonrisa
angelical que brota de sus apretados y carnosos labios. Es un suave vaivén, y
levísimo, casi invisible, movimiento.
El aire agita sus paños, haciendo que
un maravilloso olor a menta golpee mis fosas nasales y me haga susurrar.
Su cabello azota mi rostro, cegando
mis sentidos.
¿Dónde te habías metido? Necesitaba
un poco de ti. Necesitaba de tu aroma, de tu sonrisa, de tu sonido al caminar.
Necesitaba de tu risa silenciosa, de tus largos dedos.
Necesitaba verte de espaldas, haciendo gemir al piano, necesitaba verte a contraluz, con la mitad del rostro iluminada por los precisos rayos del sol; el brillar de tus ojos, entornados, ocultos tras largas pestañas, fijos en tu rozar.
Necesitaba verte de espaldas, haciendo gemir al piano, necesitaba verte a contraluz, con la mitad del rostro iluminada por los precisos rayos del sol; el brillar de tus ojos, entornados, ocultos tras largas pestañas, fijos en tu rozar.
Has vuelto a absorberme.
¿Qué hacías todo este tiempo? Yo te
necesitaba más que nadie, inspiración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario