Y tú, ¿Eres o pareces?

domingo, 16 de diciembre de 2012

Solo caramelos rojos.


Continuó dándole caramelos rojos. Ella comenzaba a fruncir el ceño cada vez que él rebuscaba en su bolsillo, se metía uno de cualquier color en la boca (excepto rojo) y le daba otro a ella; rojo, como durante todo el camino.

-¿Porqué solo me das caramelos rojos?
-Deja de quejarte y toma otro. -replicó él con desinterés, enfureciéndola un poco más- De tanto quejarte me vas a amargar el sabor.
-Es que estaba fijandome de que solo me das caramelos rojos...
-¿Y para qué quieres de los otros?
-Porque me gustaría probarlos, creo que es una buena razón- dijo ella como si le mostrara algo bastante evidente.
Él alzó una ceja, burlón.
-Si a ti sólo te gustan los rojos.
Ella parpadeó, sorprendida ante semejante comentario que además era cierto.
-¿Cómo sabes que sólo me gustan los rojos?- inquirió ella, frunciendo el ceño con desconfianza.
-Deja de preguntar y sube- replicó él cruzándose de brazos, bufando hastiado y emulando cansancio por escucharla.
-No- se resistió ella- ¿Cómo lo sabes?
-¿Y qué más da?- preguntó él con desgana- Venga, sube de una vez o se cerrará.
Ella abrió la boca dispuesta a quejarse, indignada ante la sorprendente idiotez y cabezonería que parecía guiar al rubio aquel día. Puso las manos sobre sus caderas, dejando los brazos en forma de jarras para dar a entender que de allí ella no pensaba moverse sin recibir una respuesta satisfactoria.
-No pienso salir hasta que no me…


Entonces él se abalanzó sobre ella de súbito. Sintió sus labios presionando los suyos, y los separó un poco, dispuesta aunque aún algo combativa a recibir su beso. Sabía a menta, más que nunca. Una menta fresca proveniente del caramelo que se mezclaba con su natural olor salvaje y perturbador. Sintió una breve succión en su labio inferior, y jadeó suavemente. Él se separó de ella poco después, visiblemente orgulloso de sus propios actos.
Sus ojos argentados observaban con arrogante complacencia el color rojizo de sus labios.
-Cuando ibas a comprar chucherías, siempre traías el mismo sabor en la boca cuando te besaba por los pasillos- respondió con malévola diversión- Era imposible no darse cuenta.
Se relamió los labios con la lengua tras decir aquello, y ella, sonrojada ante aquella visión, trató de no repetir ese mismo gesto ella misma en un acto reflejo que la habría llevado a su perdición.

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