Tiempo convertido en el batir de las alas de un colibrí en su titánico momento de éxtasis y delirio.
Gestos lentos, caóticamente lascivos que ahuecaban cabezas repletas de rock and roll y otros bártulos.
Caricias furiosas, confusas y difusas, escondidas entre la duda de querer frenar y no tener capacidad ni voluntad propia para hacerlo,
¿en qué nos transformamos?
Aprendizaje selecto, compartido con sonrisas y carcajadas vomitadas en recuerdos, acusaciones y consejos. Reiteradamente una nueva bocanada, un nuevo agarre en hierro ígneo; arde mi cuello, la piel, los huesos.
Escarcha; algo indómito, incandescente, sin forzar, homogéneo.
El seísmo que marca, removiendo mares y océanos de lugares abandonados.
Y la voz a ti debida.
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