Y tú, ¿Eres o pareces?

lunes, 25 de julio de 2016

La metamorfosis del vodka.

Tiempo convertido en el batir de las alas de un colibrí en su titánico momento de éxtasis y delirio.
Gestos lentos, caóticamente lascivos que ahuecaban cabezas repletas de rock and roll y otros bártulos.
Caricias furiosas, confusas y difusas, escondidas entre la duda de querer frenar y no tener capacidad ni voluntad propia para hacerlo, 

¿en qué nos transformamos?

Aprendizaje selecto, compartido con sonrisas y carcajadas vomitadas en recuerdos, acusaciones y consejos. Reiteradamente una nueva bocanada, un nuevo agarre en hierro ígneo; arde mi cuello, la piel, los huesos. 

Escarcha; algo indómito, incandescente, sin forzar, homogéneo.
El seísmo que marca, removiendo mares y océanos de lugares abandonados.

Y la voz a ti debida.


miércoles, 20 de julio de 2016

Universo indeleble.

Somos capaces de hacerlo todo por aquellas personas que amamos.
 Somos capaces de mover montañas, de saltar acantilados, de bañarnos en ácido... con tal de que esa persona que tanto queremos salga ilesa, o al menos, lo menos herida posible.

Las personas que nos quieren no nos abandonan, jamás. Siquiera la propia muerte es capaz de separar por completo la gran conexión ya creada. Deja de ser algo tangible, para ser algo cósmico.
La hilera de recuerdos, sentimientos, emociones, de cosas aprendidas... se mantiene latente siempre, en nuestro interior. No hay hueco para el olvido en nuestro cosmos compartido. 

Las personas que queremos no mueren, nunca. Se mantienen vivas en nuestras decisiones, en nuestro pasado, en nuestra personalidad... Dejan su legado, dejan sus pequeños pedazos en ti, en mí, en todos aquellos que les rodeaban. Sin darse cuenta habían pasado su vida repartiendo diminutas piezas de su propio "yo" a todos aquellos que habían dejado que se impregnasen con su esencia, a todos aquellos que habían manchado su corazón con una pizca de ellas. El puzzle encajaría.

El suicidio de los recuerdos solo se ancla a la piel de aquellos que no quieren avanzar.


lunes, 18 de julio de 2016

He decidido dejar de existir.

Accedes a abrir tus ojos, a observar, a escuchar y no a oír. Accedes a ir más allá de lo que te dan masticado, a agobiar a tu cabeza con numerosos pensamientos a los que antes jamás le habrías dado tantas vueltas. Qué agotamiento...

La sociedad moderna es un embebimiento de cabezas. Nos empeñamos en conseguir llegar a algún punto en nuestra vida para poder destacar y así escapar, con el objetivo de apreciar lo que dicen que es real.

Pero nada es real cuando todo está controlado. Nada es real cuando, por más que te empeñes, la cadena, domesticada, sumisa, te lleva al mismo punto del principio. Nada es real cuando la presión de las mentes sencillas, las que ya asimilan como algo natural la rutina, te animan a ser uno más de ellos. Y caes en el pozo sin fondo que tanto odiabas, te conviertes en el engranaje que tratabas de destruir, dejas por los suelos tu esfuerzo, tus principios, tu moralidad, y accedes a lo sencillo y cómodo.

¿Porqué conformarte con bronce, pudiendo presumir de diamantes?
¿Porqué dejar que te ordenen, cuando puedes manejar la vida de otros a tu antojo sabiendo que no podrán negarse?

La televisión, las corporaciones, las redes sociales, el consumismo... Todas ellas tienen un poder inaccesible para la gran parte de la sociedad, solo unos pocos, sin ningún tipo de escrúpulo y tapujo, son capaces de llevar el peso de este brutal totalitarismo tras su espalda... Y es que va comodado sobre cojín de plumas.

Y los indignados caemos en desgracia, desgarrando nuestra perspectiva, es cierto. Pero no todo es culpa de los grandes peces gordos, en absoluto... Las pequeñas mentes que forman la colmena, el gran porcentaje de la población que pena (muchos ya ciegos, otros que no quieren ver...) son la presión sobre la herida. Gente pixelada, que se niega a valorar su propia dignidad, que devora su integridad moral y empuja a que las pocas personas que quedan en la barricada se vean absorbidas por la humanidad como sistema sucio y pérfido.

"Me conformo con lo que tengo, aspiro a lo que creo que puedo aspirar, y disfruto en la ignorancia porque pensar por uno mismo es decepcionante, cansado y doloroso."

Así somos.
Recapacitemos.
O no...


domingo, 17 de julio de 2016

Inspiración insípida.

Qué miedo me tengo. 

De vez en cuando freno, me busco y no me encuentro. No reconozco a mi "yo" de hace unos minutos, o segundos, o días, o años... Y no siento tampoco que fuese otra persona distinta.

Qué miedo me tengo.

Confusión, tratando de aferrarme a algo que me mantenga firme y no me haga desaparecer. Tengo miedo a extirpar mi esencia. Ser yo misma el mortífero artefacto que acabe con mi propia racionalidad, tan poco equilibrada. No quiero arruinar mi vaga inmortalidad.

Qué miedo me tengo.

Empeñada en buscar la estabilidad sin orden, en el caos sin cortes, plantada en un vacío campo de batalla y echar de menos su inherente escena, sin censura

Qué miedo me tengo.

Ansiar la soledad pero no saber compartirla conmigo misma, querer la compañía pero no querer exponerme ante nada, y por supuesto, ante nadie.

Qué miedo me tengo.

No aceptar los extremos, pero no estar conforme con la pregunta sin respuesta verídica. Es todo más seguro, y más sencillo, si escuchamos lo que dice ser la verdad. Por dura que pueda ser, exacta es y no tiembla. 

Qué miedo me tengo.

Estar repleta de complejos. Físicos, mentales. Algo que jamás puedes compartir con nadie porque sabes que nunca van a comprenderlos realmente por tu manera de enfrentarte a ellos. La autoestima por los suelos, por muchos chistes que se hagan sobre tus poses delante del espejo. 

Qué miedo me tengo.

Por pensar demasiado, por adelantar el resultado de mis acciones. 
Soy una cobarde que finge ser valiente
Lo peor es que se vuelve empírico ante ojos de la gente. Se hace creíble y parece que lo soy.

Qué miedo me tengo.

Lo que yo misma he creado me destruye. Visto mi máscara, la jodida máscara que yo erigí. La puta máscara que me jode, me cohibe, me succiona, me absorbe, me presiona, me condiciona, desde hace tanto tiempo. Ridículo es que, siendo creadora yo de ella, sea yo misma quien pida que la arranquen. Sola no puedo. Y me avergüenza que esto se vea.
No quiero parecer débil.

Qué miedo me tengo, y qué miedo doy. 
La bestia sigue ganando terreno... implacable.