Lo que veo ahora es una nube de vaho.
Veo oscuridad, y entre esa oscuridad
no veo las rosas que plantó hace dos años alguien en el jardín.
Son blancas.
Excepto una.
Una es amarilla.
Muchas veces pienso en que lo mejor
es terminar con ella, por ser diferente, pero luego me reitero y me digo a mí
misma,
¿Porqué a ella?
¿Porqué machacar la vida de algo que
es diferente, poco común?
¿Porqué no acabar con las rosas
blancas, todas tan similares?
Hoy he encontrado la respuesta.
Sin las rosas blancas, la rosa amarilla no es especial.
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