Y tú, ¿Eres o pareces?

domingo, 2 de noviembre de 2014

Ciudad de la hipocresía.



En Madrid está saliendo el sol.
El sol agonizante, doloroso y tétrico sol.
Cuando oigo hablar a alguien sobre el sol, me entran ganas de contar campanas vacías.
Es natural tener gemidos en la capital, en la zona más llamativa de la ciudad. Las mujeres gritan, los hombres con orgullo tratan de callar, los niños berrean, 
¿Y mientras tanto? 
Mientras tanto en Madrid está saliendo el sol.


Dear humanity.



Querida humanidad:

Te escribo esto para que sepas que me das asco, cada día más. Estás compuesta por personas que fingen tener escrúpulos para simplemente quedar bien, estás compuesta de personas que se esconden tras mentiras piadosas, para ocultar mentiras más grandes que tu orgullo. Estás dejando de ser lo que eras, querida humanidad, estás dejando los valores morales por los suelos, simplificándolos a su mínimo exponente, haciendo que se vean como algo simple, algo insignificante, estás haciendo que lo que debería tener importancia, se convierta en algo habitual y monótono.

Sigues pensando que hay temas de los que mejor no hablar, que cuando alguien muere hay que mantener el luto por décadas, que aún hay temas demasiado complicados para que los niños los conozcan.
Estás manteniendo en la ignorancia a muchos que desean aprender, y a los que no lo desean, se les regala. Cada vez tienes menos sentido, querida humanidad.

Por esto, y aún sabiendo que no vas a contestarme nunca, te diré que te odio.


Las rosas hay que pintar.



Lo que veo ahora es una nube de vaho.
Veo oscuridad, y entre esa oscuridad no veo las rosas que plantó hace dos años alguien en el jardín.
Son blancas.
Excepto una.
Una es amarilla.
Muchas veces pienso en que lo mejor es terminar con ella, por ser diferente, pero luego me reitero y me digo a mí misma,
¿Porqué a ella?
¿Porqué machacar la vida de algo que es diferente, poco común?
¿Porqué no acabar con las rosas blancas, todas tan similares?

Hoy he encontrado la respuesta.

Sin las rosas blancas, la rosa amarilla no es especial.


Todos a la mierda, sobretodo tú.



¿Sabes qué? ¿Qué importa? ¿Qué importa como sea, o como me vean? ¿Acaso eso lo hará más fácil?
¿Acaso decir como soy realmente hará que la gente se pare a mirar dentro de mí? O, ¿Acaso que diga como creo que me ven va a servir para que los demás simpaticen conmigo?
¿Y qué demonios importa si tengo pinta de ser un gilipollas arrogante, y luego lo que más me preocupa es mostrar todo lo que pienso? ¿Y qué demonios importa si realmente tengo miedo de muchas cosas, y el resto del mundo cree que soy un héroe y me enfrento a ellas?

Eso me da asco. Da asco que yo mismo me juzgue, que el resto del mundo lo haga. Me da asco decir "Pues parece buena chica", o decir "Parece buena chica, pero seguro que es una zorra", si luego cada uno va a tener una opinión diferente.

¿Qué es lo mejor que podemos hacer? Que nos importe una mierda.

Que todo el mundo alce las manos, que suelte las sogas, que grite, que grite y no deje de gritar. Que diga palabrotas, que recite poemas, que gima en voz alta, en susurros, que acepte que le llamen gilipollas, o engreído, o sexy, o chupapollas, que acepte que cada persona pensará de una forma respecto a él, y respecto a todo el mundo, pero lo que verdaderamente importa es lo que tú pienses. Pero no lo que tú pienses que eres, no.

Que pienses que te importa una mierda todo. 
Que le den a todo el mundo, y a mí primero, joder.


Narcóticos.



Una vez despegue, quiero olvidarme de todo de este lugar.
De ti, de mí, de nuestros caminos.
Quiero ser libre, escribir para locos, para ángeles, para ti, para mí, para el pasado.
Una vez despegue, quiero pisar Marte.
Llegar hasta él, sin cerrar los ojos, sin pinchazos, sin narcóticos.
Una vez despegue, me aferraré tanto a ella, que nadie siquiera será capaz de pensar:
"¡Ahí está, virgen, pura, intacta, quiero tocarla, quiero poseerla, quiero hacerla mía!"
Una vez despegue, por siempre, para siempre,
mi alma.



Lo que yo quería.



El problema de conocer a las personas es que te acostumbras a su compañía.
Aunque no se conviertan en tus amigos, las personas que se mantienen cerca durante largos periodos de tiempo, o ínfimos, todo vale, cuando desaparecen, queda la marca de que ha estado.

No voy a analizarlo. No voy a repasar el mensaje que me ha dejado en el teléfono, no voy a pararme a pensar y recapacitar.
Hace ya mucho tiempo que he asimilado que no necesito a nadie, porque lo único que deseo es la libertad absoluta, de mí, del alma, de pensamiento, de habla…
Y si cuentas con las personas que tratan de romper tu País de las Maravillas, esto se desquebraja y acaba por desaparecer.

¿Qué haría Alicia sin el conejo blanco?


¿Qué es lo correcto?

Mi forma de vida es vivir. No tiene más misterio.
Para mí es vivir, para muchos otros es autodestruirse.
Hay gente que piensa que debemos hacer lo correcto, yo, en cambio, pienso que lo correcto es lo que hacemos sin pensar.
La libertad creadora de los sentidos.
Nuestro "yo" más absoluto. El más sincero y verdadero
.


Apariencias.



Injusto es que en historias de príncipes solamente existan princesas.

Injusto es que en los cuentos, se supliquen besos.

Injusto es que los dragones acaben muertos, degollados, alzados como un trofeo, mientras las princesas danzan sobre sus cadáveres con sus bonitos zapatitos de cristal y una preciosa sonrisa en los labios...

"Y sin mancharme las manos."


Trágate tu orgullo, o escúpelo.

Quiero escupir sobre tus versos, quiero escupir en tus estrofas.
Quiero estar orgulloso de que tengas ganas de acariciarte todo el cuerpo cuando piensas en mí,
quiero provocar tus ganas de que leas en voz alta algo de Bécquer cuando tu hogar está vacío.

Grita. 
Crea algo sucio.

Quiero tragarme mis palabras, quiero escupir lo que siento;
no puedo prometer algo bello, siquiera puedo asegurarte a mí mismo.
Mi cordura, mi paciencia, mi automutilación. 

Auto
destrucción.
Soy tóxico.
Grítalo.

 Di lo que quieres decir, no lo pienses, no lo suavices, no lo decores. Habla como un idiota.
Y si Walt Disney se anima a hacer una película sobre nosotros,
¿Quienes somos para escupirlo?
¿Quienes somos para estar orgullosos?

Solo somos un corazón helado compuesto por un puñado de acciones vacías,
guiadas por una montaña de sentimentalismos opuestos.