Y tú, ¿Eres o pareces?

miércoles, 20 de abril de 2016

La amazona, la guerrera y la nebulosa.

Y ella continuó mareando la cucharilla en el café, creando una nueva nebulosa similar al gran desorden que recogía su caótica cabeza. Estaba tan sumamente absorta en sus seres espaciales que no se percató de aquella nueva presencia hasta que el azucarado perfume pellizcó su pequeña y achatada nariz. Todo gracias al bamboleo de su falda de estampados obscenos, rojos y florales, repletos de enredaderas verdosas. Enredaderas como el filo de la maraña de pelo que a penas rozaba sus hombros, escueta, inamovible como la propia fe de un párroco ante su charla matinal de domingo. Castaña. Castaña, como castaño era aquel vórtice que finalmente hizo detener tan atento análisis: sus ojos.

Cabeceaban, en un vaivén casi imperceptible. Temblaba su iris, enajenado por algo que la amazona no supo captar a pesar de su avispada capacidad de reacción. Sus extremidades actuaron como si una mano invisible hubiese impactado en seco sobre su nuca; soltó la cucharilla y dejó que la nebulosa continuase girando, y girando, y girando... hasta emborronarse y perder todo el sentido de lo que era; una masa de entretenimiento cósmico para el motor de su difuso creador. Hizo el efecto Hubble y se alejó cada vez más de la mirada ajena, que apagó la luz, hizo gala de sus grandes pestañas negras, y finalmente, la guerrera encontró la salvación cuando sus ojitos se achicaron.

- Disculpa si te molesto... - Dijo una voz melodiosa, casi un susurro contribuyente a una tranquilidad absoluta y pacífica, todo lo contrario a la forma que tenían las voces de su cabeza. Eco. - Soy nueva en el vecindario y... Te he traído un pastel. Es una vieja receta de mi abuela...

No dio tiempo a paladear la forma de tal obsequio; la amazona ya se había lanzado contra la intrusa y había hundido sus pulgares en sus ojos hasta rasgar el hueso, las cuencas oculares quedaron vacías, creando un inmenso agujero negro que solo vomitaba escozor bañado en sangre, muy oscura.

Digno escenario Londinense, un olor similar a la victoriana panadería de la Señorita Lovett; amor enfermizo, almibarado y sanguinolento.

- ¿Café?

Preguntó la guerrera antes de guardar lo que quedaba en un frasco.
El suyo aún no se había enfriado.



 

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