Y tú, ¿Eres o pareces?

martes, 31 de julio de 2018

Positivismo, perspectiva e improvisación.

Ahora estoy improvisando.
Pero he aprendido.
Cuantas veces la he cagado, cuantas veces me he reído,
de la vida, de mí misma, de aquellos que antes de mí han caído.

Llena de heridas me entrego a la vida,
que cada día a mí se entrega,
cabrona, efímera, intensa,
que dictamina que todo llega.

Que todo llega y pasa,
como un suspiro a veces,
demasiado lenta cuando has sufrido,
demasiado rápida cuando la has querido.

Con excusas y vaivenes,
abren perspectivas nuevas, revientan teorías viejas
y, acéptalo; avanzas solo cuando realmente tú quieres.

De todas las mierdas en las que nos hemos metido decidimos crear el tiempo,
que solo mide la vida en forma de pestañeos de aquellos que no se han rendido.

(Cuando no esperas ver el lado bueno de las cosas esta es la cara que se te queda, de gilipollas.)

Continúo esperando que cada día llegue algo nuevo,
y aunque no sea algo bonito, firme y formal, me vale con que haya movimiento,
y no me estanque, como antes, en las pequeñas cosas tontas, que me hacían pensar que las personas (aunque, sobre todo yo) son (somos) cada día más idiotas.

Confío en la virtud, en ser humano.
Confío en que algún día alguien nos coja la mano y nos haga ver que no somos tan horribles como nos hemos empeñado en ser.
Que se puede mejorar con solo creer.
E intentarlo después, claro.


Que todo llega, y que todo pasa... Y que la vida es muy bonita para desperdiciarla pensando en como vivirla, en vez de hacerlo.

Vivirla.


Las riendas.

Dramática.

Siempre dándole la vuelta a la tortilla,
siempre sacándole la puntilla a absolutamente todo.
De tu color, de tu forma, a tu manera.
Si por ti fuese, respiraríamos por las orejas.
Y sucedería. Quizás. En algún momento de nuestras vidas.

Exagerada.

No puede hacerte dar tantas vueltas algo tan estúpido, tan ínfimo y tan sumido a múltiples categorías.
No puede hacerte llorar una cosa absurda, no puedes darle tanta importancia a algo que solo son palabras, sin control, sin medida, disueltas en la boca de alguna persona sin barreras a las puertas de esta.
No puedes ser tan feliz con esa gilipollez. No puedes ver el lado bueno de las cosas con tanta facilidad, no puedes sentirte tan plena, tan llena, porque alguien se acuerde de ti durante una milésima de segundo. No puedes sonreír como una estúpida por sentirte tan querida, tan bien... Por algo así.

Emocional.

Querer dar sin necesidad de la obligación de recibir,
querer hacer sentir bien a quien te hace sentir bien,
querer demostrar la calma que te genera una situación, alguien, un momento, un instante.
Querer hacer el idiota sin un porqué, querer escribir estas gilipolleces sin sentirte juzgada por abrirte ante alguien, querer decir palabrotas, o mencionarle las tantísimas ganas de follarle sin apretar los labios después.

"¿Qué dirán?"

Libre.

Nadie puede juzgarte, nadie tiene ese derecho, nadie puede medir tu capacidad emocional, ni decirte cuán bien o mal está sentir a flor de piel las cosas, que no controles las situaciones y rompas a llorar de pronto de emoción, o de tristeza, o de alegría, o de risa.
Es  real. Eso es ser real.

Nadie puede saber como te sientes, nadie puede siquiera imaginar de qué tipo de componentes sensoriales dictaminan tu vida.
No estás rota.
No.
Estás.
Rota.

Nadie va a entenderte del todo, y jamás vas a entenderte tú misma,
pero al menos puedes intentarlo...
Y ser libre. 
Crear tu propia libertad y dirigirla.

Aceptando quien eres, tal y como eres, y a los demás que les jodan.