Y tú, ¿Eres o pareces?

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Donde quiero estar.

Me siento tan bien que unos meses atrás jamás me creería. Me siento tan fuerte, tan valiente, tan independiente, tan segura y tan decidida que a veces me doy miedo de haberme vuelto un jodido kamikaze. 

Me siento tan libre que tengo ganas de comerme la vida y todo el chocolate del mundo sin pensar en una báscula. 

Me siento tan sexy que me veo capaz de elegir cada una de mis prendas de ropa sabiendo que hasta la más fea me puede convertir en el amor platónico de cualquiera. Tengo una sonrisa preciosa.

Me siento tan yo, me siento tan bien, me siento tan en medio de la nada... Es donde quiero estar.

"Me perdiste el día que dejé de creer en ti."

No me arrepiento de haberlo intentado una y otra vez contigo. Quizás por eso, que pasado el tiempo, volví a probar de nuevo a estar contigo un rato, como cuando solíamos ser nosotros de verdad. Con toda la mierda olvidada, con todo el tiempo pasado como si hubiese sido de un día a una mañana, con las mismas ganas de verte que siempre había puesto, y con la misma prisa de no perder la oportunidad. Y fue ahí cuando me di cuenta de que todo ya había pasado por fin:

"Jamás voy a ser aquella chica con la que una vez estuviste, todo aquello es un vacío reflejo. He aprendido"

Ya no sólo eran palabras. Era el hueco de la cama entre los dos después de una noche cargada de viejos recuerdos había dejado para rellenar. Un hueco repleto de nada, de distancia, de olvido, de superación, y de calma por haberlo conseguido de una vez por todas.

Pasión sin amor, cariño con ganas de dejar ese último recuerdo nuestro y no toda la mierda que había hasta entonces. Y se acabó. Por fin se acabó. Fin de tu etapa.

"Me perdiste el día que dejé de creer en ti."

Con cariño, para ya sabes quién.

jueves, 18 de octubre de 2018

Ahora yo.

He encendido la última vela esta noche, con las gotitas de lluvia golpeando mi ventana en un imaginario toquecito de Romeo Montesco lanzando guijarros para que me asome. 
Ni yo soy su Julieta, ni tengo ganas de levantarme de la silla. 
No tengo tiempo que malgastar, otra vez, 
ni ganas de mover el culo por cuentos imaginarios que en el prólogo avisan de la tragedia. 
No era otra que yo sabiendo como acabaría todo y aún así arriesgándome. 

Y no me arrepiento, porque he aprendido.

He aprendido a volver a ser quien era, sola, 
sola, 
sin ayuda de capullos integrales egocéntricos que pensaban que al musitar mi nombre 
y al abrir la cajita donde un día me guardaron para 
"cuando esté preparado, la abriré y estaremos juntos de nuevo, felices" 
se me caerían las bragas al suelo por ellos.
Me río.
La cajita era de madera de fresno, y, creéme, arde que te cagas, 
te lo digo yo.





Que nuestra mierda cobra vida, una mentira más de lo que creemos ser.

Soy jodidamente fuerte porque he vuelto a nacer y a ser yo de nuevo.




miércoles, 15 de agosto de 2018

99 "blue" balloons.

Inconformistas. Seres absurdamente inconformistas, eso somos. Somos capaces de tenerlo absolutamente todo a la altura de nuestros dedos y queremos siempre más, y dejamos escapar cosas que luego no queremos echar de menos, o, simplemente, las apartamos (la mayoría de las veces por cobardes, otras por gilipollas.)

"Ella era feliz con su globo azul. Ella era feliz con su globo azul hasta que dio con la pompa de jabón. Se olvidó entonces del precioso color del océano para bañar sus pupilas con los destellos del impostor cristal con rangos de arcoiris, hasta que la pompa... explotó. Se esfumó, y se quedó sola tras haber dejado marchar por un humano antojo a su globo azul. 
Lo recordó mucho tiempo, se machacó reviviendo en su mente los paseos junto a las barquitas del Retiro, las carcajadas agitando su cabello con el viento y el precioso globo azul contoneándose contento por la compañía. Jamás volvió. Aunque se volvieron a encontrar... El precioso globo azul supo ver que él valía más que para un capricho humano y se entregó a su nuevo mecenas; el viento. El salvaje y libre viento, que no le ataba cadenas. Una vez y no más."

He aprendido, hace ya mucho tiempo, a apartarme de los lugares donde siento que no pertenezco. A no tratar de sacar donde no hay ya nada, a alejarme de un solo golpe seco para que el corte no sea tan tortuoso y no ser así capaz de paladear el dolor y engancharme a él, como una droga. 
Porque también somos masocas, los humanos somos inconformistas, penitentes y masocas. 

Somos seres que solo aprendemos a golpes. 
Y a veces, 
ni eso.


martes, 31 de julio de 2018

Positivismo, perspectiva e improvisación.

Ahora estoy improvisando.
Pero he aprendido.
Cuantas veces la he cagado, cuantas veces me he reído,
de la vida, de mí misma, de aquellos que antes de mí han caído.

Llena de heridas me entrego a la vida,
que cada día a mí se entrega,
cabrona, efímera, intensa,
que dictamina que todo llega.

Que todo llega y pasa,
como un suspiro a veces,
demasiado lenta cuando has sufrido,
demasiado rápida cuando la has querido.

Con excusas y vaivenes,
abren perspectivas nuevas, revientan teorías viejas
y, acéptalo; avanzas solo cuando realmente tú quieres.

De todas las mierdas en las que nos hemos metido decidimos crear el tiempo,
que solo mide la vida en forma de pestañeos de aquellos que no se han rendido.

(Cuando no esperas ver el lado bueno de las cosas esta es la cara que se te queda, de gilipollas.)

Continúo esperando que cada día llegue algo nuevo,
y aunque no sea algo bonito, firme y formal, me vale con que haya movimiento,
y no me estanque, como antes, en las pequeñas cosas tontas, que me hacían pensar que las personas (aunque, sobre todo yo) son (somos) cada día más idiotas.

Confío en la virtud, en ser humano.
Confío en que algún día alguien nos coja la mano y nos haga ver que no somos tan horribles como nos hemos empeñado en ser.
Que se puede mejorar con solo creer.
E intentarlo después, claro.


Que todo llega, y que todo pasa... Y que la vida es muy bonita para desperdiciarla pensando en como vivirla, en vez de hacerlo.

Vivirla.


Las riendas.

Dramática.

Siempre dándole la vuelta a la tortilla,
siempre sacándole la puntilla a absolutamente todo.
De tu color, de tu forma, a tu manera.
Si por ti fuese, respiraríamos por las orejas.
Y sucedería. Quizás. En algún momento de nuestras vidas.

Exagerada.

No puede hacerte dar tantas vueltas algo tan estúpido, tan ínfimo y tan sumido a múltiples categorías.
No puede hacerte llorar una cosa absurda, no puedes darle tanta importancia a algo que solo son palabras, sin control, sin medida, disueltas en la boca de alguna persona sin barreras a las puertas de esta.
No puedes ser tan feliz con esa gilipollez. No puedes ver el lado bueno de las cosas con tanta facilidad, no puedes sentirte tan plena, tan llena, porque alguien se acuerde de ti durante una milésima de segundo. No puedes sonreír como una estúpida por sentirte tan querida, tan bien... Por algo así.

Emocional.

Querer dar sin necesidad de la obligación de recibir,
querer hacer sentir bien a quien te hace sentir bien,
querer demostrar la calma que te genera una situación, alguien, un momento, un instante.
Querer hacer el idiota sin un porqué, querer escribir estas gilipolleces sin sentirte juzgada por abrirte ante alguien, querer decir palabrotas, o mencionarle las tantísimas ganas de follarle sin apretar los labios después.

"¿Qué dirán?"

Libre.

Nadie puede juzgarte, nadie tiene ese derecho, nadie puede medir tu capacidad emocional, ni decirte cuán bien o mal está sentir a flor de piel las cosas, que no controles las situaciones y rompas a llorar de pronto de emoción, o de tristeza, o de alegría, o de risa.
Es  real. Eso es ser real.

Nadie puede saber como te sientes, nadie puede siquiera imaginar de qué tipo de componentes sensoriales dictaminan tu vida.
No estás rota.
No.
Estás.
Rota.

Nadie va a entenderte del todo, y jamás vas a entenderte tú misma,
pero al menos puedes intentarlo...
Y ser libre. 
Crear tu propia libertad y dirigirla.

Aceptando quien eres, tal y como eres, y a los demás que les jodan.



jueves, 24 de mayo de 2018

Debemos conocer el dolor para construirnos.

No todo fracaso es una derrota.

La vida es como un péndulo; no sabes en qué lugar vas a caer tras dejar otro movimiento atrás.

Se aprende, con dolor se aprende, por muy jodida que suene la idea.

No aprendemos si no valoramos lo que es el dolor; porque es éste quien nos enseña que es lo que queremos o no en nuestra vida. Lo que queremos mantener, por lo que queremos luchar, lo que queremos sentir cada día en nuestra piel y queremos disfrutar. Las sensaciones que sabemos que un día echaremos de menos, las sensaciones que sabemos que no queremos sentir jamás...

Pero sin caer en el error no conocemos nada de esto; solo vacío.

Un folio en blanco en el que únicamente hay algún que otro pintarrajo basado en ideas previas a nuestra forma de ser y actuar, al ser que hemos ido creando.

Irrelevante; porque la gente cambia. 

Cambiamos, maduramos, crecemos, aprendemos, avanzamos... Hasta el día de nuestra muerte no somos la persona completa que debemos ser. Hasta el último aliento no nos hemos realizado. Hasta el último momento tenemos el poder de cambiar las cosas, de hacerlo mejor (o peor), de arrepentirnos aunque a veces de poco sirva.

¿Merece la pena sangrar para después cicatrizar de nuevo?

Merece la pena querer conocernos; aunque lo perdamos todo en el intento...
Sin arriesgarse, no se vive de verdad.
Sin arriesgarse, no se puede ser feliz en cuerpo y alma.


Un paso adelante más.