Y tú, ¿Eres o pareces?

jueves, 21 de septiembre de 2017

Lucecitas que parpadean.

Necios pensaron que aquella noche no acabaría jamás.

Ella se deleitó hincando sus dedos en su espalda, permitiéndose arrastrar sus uñas en sus omóplatos, llevándose parte de su dermis ante un nuevo gruñido. Apretó su cuerpo contra el suyo al encogerse por millonésima vez debido al éxtasis que hacía largo rato que mantenía sus pupilas dilatadas como la propia droga. Apretaba sus piernas, sus rodillas, esforzándose por no rendirse a sus encantos, a su lengua húmeda bañada en hipérboles silenciosas que trataba de completar contra su cuello, acariciando con su barba su cuello, cerrando los ojos cuando él volvía a repetir una y otra vez aquel tortuoso proceso. 

Él disfrutaba en aquel momento de un etéreo poder que no tardaría en ser usurpado por un golpe de caderas de ella; la guerrera no bajaba la guardia ni en un momento como aquel, en el que parecía completamente derrotada solamente con captar el temblor de sus piernas. Con sus grandes y ásperas manos recorrió su silueta, el hueso de la cadera, apretó aquello que ella conocía como "defecto" con intención de, solamente, con aquel gesto, indicarle cuán loco le volvía toda ella. Sin excepciones. A veces tenía que respirar por la nariz cuando ella le mordía; hombros, cuello, orejas... Nariz y se reía. 
Le encantaba que fuera capaz de reírse hasta en aquel bendito momento en el que él había perdido la noción del tiempo hacía ya largo rato. Y la cabeza. Y la vida si ella se lo pedía. 
Y así podían tirarse horas, repitiendo ese proceso, terminando con una larga siesta en modo de anestesia para ambos cuerpos... Y volver a caer. Como un bucle infinito.

Y pensaban que esas noches no acabarían jamás; y no sabían lo que tenían entonces.