Y tú, ¿Eres o pareces?

lunes, 22 de noviembre de 2021

La importancia de creer en ti.

 Hay días que son más complicados, que la cuesta arriba  se convierte una montaña llena de pedruscos afilados, de socavones en el suelo que te hacen llenarte de espinas y de barro, de heridas en los pies, en la frente, en las manos... Hay días que se hacen complicados, vida mía, pero todos estos días acaban por pasar y al fin llega la calma.

 

Quiérete para tener claro que mereces la pena mucho más que aquellos que te dejaron ir.

Quiérete para levantar cabeza y sonreír a las adversidades que se presentan, con precaución, pero sin pausa, sabiendo que has sido capaz de soportar cosas mucho peores que esa...

Y es que, vida mía, lo único que nos puede frenar es la muerte, y siquiera, porque implica un nuevo comienzo: quiérete como para saber que has dejado huella en esta tierra, en los corazones de la gente pura, hasta en los de la gente mala que ha sido capaz de aprovecharse de tu buena fe.

 

Quiérete como para seguir comiéndote el mundo con o sin compañía, como para alejar a aquellas personas que no confían en ti y que solo confían en ellos mismos y sus inseguridades... ¡Chocaos contra vuestro propio muro una vez más!

 

Quiérete, y por supuesto, sabe, que eres importante siempre. Hasta para tus enemigos.

 


 

martes, 26 de octubre de 2021

El definitivo.

Esta es una de esas veces que quería explicarte, y tú no me escuchabas. Esta es probablemente la última vez que abra esta parte de mí, para cerrarla del todo.

Ha pasado tiempo, no mucho, tampoco poco, tiempo. Y con este tiempo que ha pasado he entendido muchas cosas:

He entendido lo que es decir adiós y no mirar atrás.

He entendido lo que significa para muchas personas la frase "me importas": nada.

He entendido lo que es ser reemplazable una vez más, pero no importa, gracias a la vida me quiero lo suficiente como para saber que quién pierde más eres tú, no yo.

He entendido que era un mero entretenimiento, cuando para mí era luchar (por algo que siquiera existía). Cuando llega otro juguete, el viejo se sustituye.

He aprendido a valorar mi esfuerzo y mis ganas de mejorar; no cualquiera lo hace en estos tiempos que corren.

He entendido que hay personas que te decepcionan siempre un poco más, aunque lo creías imposible. Aunque creías que sería al revés. 

Es difícil ver como una persona se marcha dentro de una relación, pero cuando desaparece por completo una vez acaba, ahí desde luego demuestra cuantísimo le importabas de verdad. Lo que habéis sido, el tiempo vivido, los recuerdos, las fotos, los viajes... Han supuesto nada. 

Eso sí es una pérdida de tiempo. 

Todo lo que decías que odiabas, todo lo que decías que no eras... Al final lo has sido. 

Menos mal que soy fuerte y que aprendo rápido, sino estaría rota como el primer día que te marchaste.


Ahora sí, digo adiós, y que te vaya bonito, aunque no vaya a saberlo con certeza. Mi corazón es puro y no puedo desearte mal ninguno, para MÍ sí fuiste alguien importante.

Me hubiese gustado sonreírte y preguntar qué tal al cruzarme contigo cualquier día en la calle, en vez de girar la cabeza y fingir no recordar. 


 

martes, 1 de junio de 2021

Epístola a alguien que otra vez se va.

Cada vez siento que es más cierto eso que dicen de que cuando estás triste tiendes a escuchar música triste. En mi caso también me sale escribir cuando estoy triste, y por ello, plasmo esta tristeza. 

Aunque llevaba mucho tiempo sin hacerlo, creo que a veces es necesario enfrentarse a lo que nos da tirones. Y aquí estoy, aunque, esta vez, no sé si me siento triste. 

He pretendido disimular mis emociones con el objetivo de frenarlas un poco, eso de "fingir que estás bien para acabar por creerte que estás bien", ahora siquiera me permito llorar. Ya lo he hecho demasiado... Aunque si lo hago, solo dejo que sea en la ducha, para camuflar un poco el desbordamiento y al salir y secarme por completo, también secar mi interior y volver a plasmar mi extinción de emociones y mostrar pasividad y calma. Sigo pensando que nunca terminará por funcionar... Pero al menos aparento que sí y sigo con mi vida, hacia delante.


Sigo pensando que no debo más explicaciones, que por ello la última conversación fue una cobarde despedida abrupta, brusca, y lo he aceptado. Lo he aceptado porque sé que nunca he mentido; sobre quien soy, sobre como me siento y he sentido, sobre lo que he prometido, sobre lo que he reflexionado y he decidido, o cambiado si ha sido necesario. No me creías tú, pero al menos, sé que esto lo escribo para nadie, y que no necesito demostrar nada a nadie diciendo esto, más que soltar lo que necesito soltar.


Siempre lo he intentado. Siempre he luchado. Puedo decir sin miedo a nada que he sido leal, tanto de manera física como mental. No he tenido la necesidad de buscar algo que ya sentía que podía tener.


Supongo que eso hoy en día no es suficiente. O al menos, para algunas personas no lo es. Repetiría la frase "estoy cansada de luchar contra molinos de viento", pero estoy cansada también de darle vueltas a algo que solo he querido yo. Probablemente, y en contradicción, también volvería a intentarlo, manteniendo siempre la esperanza de que algún día me creyeses; me conocieses de verdad. Supongo. 

Me seco las lágrimas y vuelvo a la realidad; soy una persona fuerte y sigo hacia delante.

En algún momento sé que te darás cuenta de ello y eso me consuela.




domingo, 30 de mayo de 2021

Actrices.

No soy perfecta, me equivoco como toda persona humana, rectifico si tengo que hacerlo, escucho a la gente que me importa, y a la que no me importa soy más feliz sin sus opiniones vacías por lo que conlleva opinar de gente sin conocerla. Ya he vivido que me juzguen y me he alejado de esas personas que no me han querido conocer de verdad y tenían una imagen incorrecta de mí, me costó mucho. Me he esforzado saliendo de ese caparazón, siendo humilde con mis emociones, con la gente que quiero y evitando el mayor daño posible, por eso antes de cometerlo me despido. 


No voy a caer en el error de volver a encerrarme en mí misma, pero soy tan así, tan transparente, que lucho por que las personas que quiero, y lo demuestro, y cambio lo que puedo cambiar sin necesidad de abandonar mi Yo. 


Soy una persona decente, que merece la pena, con una vida tranquila que disfruta con una rutina de lunes a viernes y queriendo volver a viejas costumbres como leer antes de cerrar los ojos, y feliz yendo al campo en el fin de semana, o tomando algo con personas que me quieren. 

No necesito mucho más que qué me escuchen de vez en cuando y que me valoren, además de que me traten con respeto. Recíproco. 

Quiero crecer, y por eso abro oídos ante la gente a la que quiero y me importa; hay pocas personas que de verdad admiro además de mi padre. 

Tengo un corazón tan puro que muchas veces por ello hasta la cago. Es la virtud de no tener maldad. O la maldad del universo. 

No pretendo llamar la atención, solo pretendo destacar entre la gente que me quiere, como buena amiga, compañera, o el vínculo que tengamos. 


No soy más de lo que ves, aunque tengo muchos sueños en la cabeza, muchas ilusiones, como escribir algún día un libro, o poder viajar más, o que alguien me quiera como me merezco.

Soy mucho más que mi nombre. 

Soy mi corazón herido y curado cien veces en bucle. 




martes, 17 de noviembre de 2020

“Desínflate”.

Estoy congestionada de emociones.

Siento el temblor dentro de mí que agita la perspectiva de mi realidad,

siento el cosquilleo de las extremidades, engarrotadas, que no son capaces de entender que está sucediendo dentro de mi recipiente humano que cada vez se siente menos humano.


Siento también ese espacio vacío en el que flota la nada, nada que sientes, que rasga, te regurgita en cada palabra que se escapa de entre mis labios con pesar, con ganas de añadir mucho más, más que se atasca en el paladar, dentro de la boca, y acaba por hacerse un nudo en mi garganta y no poder tragar.

Se hace la bola, oscura, de respiraciones profundas que buscan hacer ingerir esa sensación de querer, de querer y no poder, de poder y no saber, de saber y ser incapaz de asumir que es mejor dejarlo estar. Y la saliva, que hace las sensaciones, homogéneas, las palabras, uniformando esa incapacidad de avanzar. Ni hacia delante, ni hacia detrás. No es huir, es otro intento de perspectiva.

 

Todo va muy deprisa aunque parezca estancado.

 

Siento la sangre correr por mis venas despacio, pesarosa, insípida a emociones que mi corazón no logra bombear con precisión ni ganas, ni fuerza, ni tiempo, ni rencor, ni frío, ni amor, ni dolor, ni besos, ni felicidad, ni caricias, ni nada.

 

Esa es la nada de la que hablo.

 

La incapacidad de diferenciar, de obtener, de expresar, y de soltar, de querer sentir, de querer llorar, ya sea para bien, ya sea para mal.

 

Solo adquirir esa sensación de poder escupir algo.

 

Solo adquirir esa sensación de poder escupir algo.

 

Desínflate.




 



miércoles, 12 de agosto de 2020

No me entiendo ni yo.

 "De todo se aprende."


Eso es lo que se suele decir tras haber asumido haber vivido un momento de mierda y haberte olvidado de la sensación que te hizo sentir, al menos, corporal, aunque siempre quedará el recuerdo. Es solo un mecanismo de defensa de nuestro propio cerebro para poder seguir errando, y aprendiendo, y errando... pero muchas veces vuelve a florecer en nuestro interior esa sensación desagradable que nos desestabiliza.

Sueles esforzarte para no olvidar ciertas cosas (además de tomarte la píldora todos los días), cosas que son relevantes en la corriente de tu vida, para que esta continúe fluyendo después de un gran batacazo ya superado. Cosas que no quieres volver a sentir nunca, sensaciones frías, gélidas, de haberte entregado a una causa y haber sido absorbido por ella, de haber perdido el control de ti mismo, de haber sido controlada por algo o alguien sin tu propio consentimiento. 


Hay sensaciones que no quieres olvidar jamás porque no quieres volver a vivir, piensas que de volver a caer en ellas tu cuerpo no podría aguantarlo, pero tu mente... tu mente explotaría, como una bomba de relojería a la que las manecillas le fallan justo a medio segundo de llegar al fin de la cuenta atrás. Es la sensación de incertidumbre, la imaginación que se expande de manera negativa, el frío en los huesos, las ganas de llorar que se atascan en tus ojos y no te permiten que el cortocircuito por fin cortocircuite. 


No sé aún como referirme a esta sensación... ¿Es miedo, ser precavido, llevar los pies de plomo, autocontrol, quizás es protección?  ¿Cómo hacer que solamente destaquen las cosas positivas, el aprendizaje, cuando nos esforzamos tanto en conocer el dolor? Queremos hacer las cosas tan perfectamente bien para nuestro propio bienestar que muchas veces no nos damos cuenta y somos nosotros mismos quienes nos limitamos. Así no se vive. Así no se puede vivir, hay que dejarlo fluir, pero, ¿cómo? Somos humanos con mucho miedo al dolor. 


Algunos más que otros.

Pero queremos vivir. 

Queremos sentir, hasta que nos duela.



domingo, 12 de abril de 2020

De quien fingiste ser.

- Vine aquí por algo de compañía.

No tardé en divisarla, tras la barra del bar, como siempre. Sus delicados pero ya expertos dedos acariciaban el interior de uno de los vasos de cristal que anteriormente habrían sido vaciados de cualquier sucio whisky irlandés, de, también, un sucio Irlandés. Sabía que quería sonreírme, mas nunca terminaba por hacerlo cuando comenzaban nuestros encuentros. Quizás intentaba mantener la compostura, como yo, que parecía un mar calmado por fuera, que, siquiera mi propia sombra, dudaría de mi tranquilidad.
Despegué el cigarro de entre mis labios, sin encender, y arrastré una de las sillas de la primera fila un poco para sentarme en ella, sin mirarla aún. Sabía que sus pequeños y chispeantes ojos azules me seguían de reojo, atenta, pero sin querer marcar un exceso de interés sobre mí... ya me conocía.

- ¿Mi compañía? - Preguntó en un tono muy suave, no irónico, pero sí ligeramente divertido. Que se preocupase tanto por mantener la compostura frente a mí me hacía sentir muy cómodo. No era algo de lo que habitualmente podía fardar nadie.
Me quité la boina, casi arrastrándola sobre mi cabellera, dejando ver la ligera humedad de mi pelo azabache en las puntas de mi flequillo... lo notaba en la frente, ya no sabía distinguir si era sudor o lluvia. Pues llovía fuera.

- Y del whisky. - Recité con cierta sorna, restando así importancia a aquel encuentro... Un movimiento irrelevante haber acabado allí, por lo que, sí, no tenía importancia, pero, ¿porqué cojones estaba ahí, y no con mis hermanos, o mis negocios?

- Quieres escucharme cantar. Otra vez. - Enfatizó eso último, dejando claro que, de ser así, estaba buscando repetir la situación, y, por lo tanto, lo había disfrutado de alguna manera. Una canción triste me hizo disfrutar. No sorprendería a nadie que realmente me conociese.... Así era yo, alguien a quien le gustaba regocijarse en su dolor, atormentarse mirándose al espejo... las veces que podía hacerlo sin apartar la mirada.

Sonreí brevemente, ahora sí, quitándome el cigarrillo de entre los labios, con la mirada baja. Vi sus zapatos blancos, de escaso tacón, cómodos, poco elegantes, pero marcaban su paso con seguridad y sensualidad. Alcé mis gélidos ojos muy lentamente. Sus piernas níveas, su vestido de volantes acariciaba sus rodillas, su cintura poco marcada debido a la amplitud del uniforme. Y seguía fustigándome por dentro esa sensación. Le tendí el cigarrillo antes de deleitarme con sus labios, imaginándomelo durante un breve segundo sobre ellos, entreabiertos, todo dentro de mi imaginación, y solo clavé mi vacía mirada en sus ojos cuando me lo quitó de las manos. No me tocó, y lo hizo a propósito. Ambos lo sabíamos.

- No quiero más canciones tristes hoy. - Dije con suavidad, mi voz rasgada probablemente esta vez sí transmitía más de lo que habitualmente solía transmitir: lo que yo quería y nada más.
Se sentó, muy despacio, apartando la mirada de mí. Ahora era yo quien se negaba a doblegar la vista y asumía que me gustaba mirar lo que miraba. Me gustaba mirarla.

- Puedo cantarte una canción feliz. - Dijo mientras levantaba suavemente la mirada, con esa elegancia casi angelical que solo había visto poseer en ella, en toda mi devastada vida. Ladeó un poco la cabeza, y eso me hizo desviar un segundo la mirada para darme cuenta de que no tenía mi vaso de whisky sobre la mesa, no era un consumidor, y ahí seguía sentado.

- No vas a conseguir nada con ello. No soy un hombre feliz. - Dije con total sinceridad. No era un secreto a voces, a mí mismo no me costaba admitirlo en voz alta, ni en baja, siempre había asumido que la vida era un acto de valentía, algo a lo que había que sobrevivir, un lugar donde luchar, morir, y sangrar o desangrar.

- Los hombres también hablan. - Me recriminó, con esa seguridad que me hacía, sin darme cuenta, apretar un poco los labios y depositar en ellos un mohín de diversión. Me salpicaba con su fuerza. - Puedes hablar.

“Cuando el día termine... Tu corazón estará roto.”

Aquellas palabras volvieron a resonar en mi cabeza. Bajé la mirada, miré sus manos, seguía agarrando el cigarrillo con delicadeza sobre su regazo, con su postura serena. No jugaba con él, me miraba. Ahora sí que no podía ocultar su interés, hasta sus manos la delataban. Tragué saliva, para contenerme, y alcé la cabeza para mirarla directamente a los ojos.

- ¿Contigo? - Dije con fingido interés, echando un poco la cabeza hacia atrás. No podía contener lo que sentía, no aquella vez. Ya había sido advertido de aquella situación y me había dejado poner la venda sobre mis ojos como un auténtico tonto. Un puto idiota.

- Quiero contarte quien soy de verdad.

Aquella confesión me rompió por dentro. Tenía la garganta seca, ¿dónde estaba el maldito whisky? Me moví un poco sobre la silla, para apoyar mis brazos, mis codos, sobre mis piernas, aproximándome a ella. No había miedo, lo habría leído. Sabía como era que la gente te mirase con miedo, también sabía lo que era tener miedo de verdad. Era honestidad. Quizás se sentía igual o más dolida que yo, pero aquellos rizos del color del oro ocultaban ligeramente la claridad de sus emociones.

De no ser ella ya habría sacado mi revolver y le habría volado los sesos en aquel instante. Nadie se habría enterado de aquello, y, si lo hubiesen hecho, nadie se habría atrevido a abrir la boca para contarlo. Sabían las consecuencias de hacerlo.

- Entonces canta.

En ese momento me di cuenta de que no había ido a ese lugar únicamente por “algo de compañía”, sino, que había ido a ese lugar por su compañía. Suya. Única y exclusivamente.

“Alguien como tú no puede ser amado.”

Por una vez en mi vida, tenía esperanza.